sábado, 21 de enero de 2012

Sin tiempo que pueda detenernos

Y ahí están todos tus recuerdos, en la caja más preciada que pudiese tener. Como la canción más importante de Madonna, o el hueso más antiguo de aquel enorme dinosaurio.
Un par de letras y algunos viejos caramelos. Un millón de risas y tres mil conversaciones. Todo en el rincón más cuidado de mi corazón.

Tan  tranquilo y al mismo tiempo tan estremecedor como el mar. Así eres tú, aquel que me inspira confianza y me trae tantos recuerdos en el azul reflejo de mis ojos. Y estaba una vez más contemplando tu vaivén, escuchando la melodía de tu voz, sin tiempo que pudiese detenerme.

Es entonces cuando no sé cómo hago para no volverme tan pasmada y conseguir el super poder de contestar la mirada o desviarla en el momento adecuado. Y tú con el poder innovador de crear cada día, cada plática. Conociendo, compartiendo, tantas risas, cada una tan diferente; como si fuese la primera vez. 

Como aquella vez que no sabía quien eras, pero te habías convertido en mis letras, y en las más bonitas de ellas. En las que creaba para ti las frases más bonitas y tú pasos tan perfectos. De los que aún... vamos de la mano.



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