sábado, 3 de agosto de 2013

Alcanzar una estrella brillante

Bien dicen que hay que tener cuidado con lo que se desea porque puede convertirse en realidad. Y cierto día desee bajar una estrella contigo, palabras que llegaron tan lejos cuando no imaginé que si quiera traspasaran paredes...

Quizá no llegaba, quizá no te veía, quizá esa noche no bajaríamos la estrella, pero necesitábamos el brillo de nuestros ojos, necesitábamos el respirar del otro, queríamos vernos una vez más, de alguna forma u otra tuvimos que encontrarnos ahí. El lugar era muy grande, un castillo nos podía quedar más pequeño, aunque la distancia la acortábamos tú y yo, las personas las desaparecíamos al estar cerca, las manos apagaban el interruptor del exterior.

Y nos teníamos tan lejos y a la vez tan cerca; un juego de miradas podía ir acercándonos y, ¿por qué no? con algo hay que comenzar, pero claro, no sin antes fingir demencia y desconocerte un rato. Al momento de hablarnos ya las huellas eran varias; deja de decirme que sí a todo o puedo enamorarme, pero agradecí tu bebida, tomamos lugar en la escena y dejamos que el momento siguiera su curso.

La música nunca dejará de ser cómplice en cualquier momento, "una de mis favoritas", exclamé, tomaste mi mano y el centro del salón era nuestro, no conozco mejor momento que estar tú y yo solos aunque desconocidos nos rodeen, tan cerca nuestro aliento y tan unidas nuestras almas. No digas nada a menos de que tus palabras puedan mejorar la situación, entonces recordaste que teníamos una estrella pendiente.

Conozco esa mirada, conozco esa sonrisa y tú me conocías a mí, no podíamos ocultar ese brillo tan especial que nos conectaba y que sin pronunciar una sola palabra podíamos sentir la chispa que nos decía que estábamos en el lugar y en el momento correcto, que convertiríamos ese día en algo perfecto, no antes, no después, aquel era el día mágico que tanto soñábamos.

Pero la noche apenas se reflejaba en los enormes cristales de colores, no sabíamos cuánto tiempo nos había sido otorgado, pero sabíamos que tenía que valer la pena cada instante; tomé tu corbata, tomaste mi cintura y... ¡Comencemos a escalar hasta aquella estrella!

Aunque claro que el salón anunciaba a la multitud y nos cambiaban la línea, me volvías a ver lejos, pero siempre viéndome. Y a pesar de que todos volteaban al cielo, nadie sabía nada, ni uno podía ver nuestra estrella, era algo que sólo y tú y yo conocíamos, y que los demás ni imaginaban.

Entonces el jardín nos invitaba a conocer su hermoso verde, un verde brillante, aunque no tan brillante como nuestra estrella, seguíamos escalando, aunque los antifaces aún nos observaran junto a la corona de cristo, justo donde nosotros veíamos las rosas, y la verdad es que no son mis favoritas, sin embargo su dulce olor poco a poco nos fue atrapando a ambos a tal grado de dejar de escalar y comenzar a elevarnos tan despacio sin siquiera notarlo.

Pero llegaba el baile principal y nosotros íbamos al centro, sobretodo porque nadie más asocia tan bien los pasos con las finas notas de la hermosa pero compleja melodía. Y por supuesto que esa canción la conocíamos muy bien, aunque nunca nos dimos cuenta que en ese instante se convertía en algo distinto... más bien mágico.

Es un buen momento para mencionar que esto no es un cuento de hadas, pero pronto sonaban las doce campanadas, todos sabíamos qué significaba eso, aunque no hubiera calabaza y mucho menos el bello vestido se convertiría en harapos, pero estábamos a la vez tan cerca de las nubes y el reloj comenzaba a quedarse sin arena; nunca nos apresuramos, pues sabíamos que podíamos estar todo el tiempo que quisiéramos sentados en una nube viendo los aviones pasar.

Y fue así como esa nube amenazaba con llorar, si llovía se deshacía, pero recordemos que aún todo era nuestro y antes de que se evaporara nuestro camino, decidimos seguir subiendo, siempre de la mano y es así como el brillo poco a poco se veía más cerca.

Apunto de alcanzarla, teníamos que dar un paso más, y eran mis ojos en los tuyos y los tuyos en los míos, una vez más pues ya no podíamos verla, pero al fin pudimos sentirla. Tus labios y mis labios se juntaron, no había respirar, era sólo el unisono de los corazones, era el rojo de mi boca y la seda de tu hablar convertido en uno solo. Era saberme tuya y tú saberte mío, las millones de sensaciones que no recordábamos pero que se convertían en parte nuestra, en pedacitos de luz cayendo sobre nosotros y las mariposas queriendo salir convertidas en sonrisas.

Era simplemente la eternidad hecha beso, paralizar el mundo en tus labios, un suspiro entregando un cachito mutuo de corazón. Era una estrella que deslumbraba sólo a los más cercanos; a los que juraríamos jamás les pegaría ese astro, pero que  no nos importaba, porque como en los sueños, todo desaparecía... sólo quedaba tu sentir y el mío.

"Y en donde estés te seguiré, y aunque se acabe el mundo, colgado de una estrella te amaré" - Sasha, Benny y Erik. (Cada Beso).


Te digo que te quiere

Hay una chica que no conoce fondos contigo, que a veces le hace bien no pensar en ti, pero que se tira emocionada en su cama cuando siente mariposas, como si pensara que no es cama sino una nube que la llevará muy alto antes de evaporarse.

Y esa niña te quiere, por lo que has provocado en ella, pero no creas que es esa clase de cariño egoísta. Es porque le encantas, por tu personalidad y porque adora tu forma de ser con ella.

Te quiere, porque provocas que te odie y a la vez te extrañe, porque sabes darle el toque exacto de canela a cada situación; porque, aunque no eres artista, sabes iluminar las sonrisas más profundas en su boca.

Te quiere por tus chistes tontos, por tus retos, porque te retas, pero sobretodo porque consigues lo que quieres, aunque te sea imposible; sabe que no te detienes y que nunca te rindes, cada paso te lleva a querer trotar, a correr, a siempre ir hacia adelante. Porque sabes que ella puede aguantarte el ritmo y ella lo sabe también, por eso te quiere.

Te quiere por ingenuo, porque nunca sabes qué hay detrás de ella, porque no siempre te da la razón, pero tampoco quiere, a veces, tenerla ella; porque cuando ella dice que no te ama, tú buscas la forma de hacerla cambiar de opinión, pero en el fondo ella con la mirada transmite que adora compartir momentos contigo y que no los cambiaría por nada.

Te quiere, porque escucha canciones cursis y sonríe, ¡claro, está pensando en ti! porque en cada frase que lee estás en su mente, porque adora buscarte en los versos más figurados y encontrarte en los menos conocidos. Porque contigo no quiere clichés, porque busca siempre que haya originalidad, porque tú has hecho mil cosas por salir de la rutina y sorprenderla

Y también te quiere por imperfecto, y no es que le gusten tus imperfecciones, sin embargo quiere vivir con ellas, contigo, porque la atrapa lo diferente, lo que escondes y lo que no preguntas. Porque le interesan tus miedos, esos que con ella has compartido y que poco a poco puede distinguirlos. Por tu mala redacción o por tu lento escribir, porque sabe que no escribirás mañana pero aún así te lo vuelve a decir.

Pero también te quiere con tus ideas estúpidas y tus celos tontos, por tu por tus llamadas retrasadas, porque incluso muchas veces no llamas y ella lo sabe, por eso no espera en el teléfono, duerme tranquila inclusive si su teléfono se queda sin batería. Porque siempre le dices que sí, pero nunca le dices cómo, porque te vuelves indescifrable y no aburrido.

Te quiere, por cuando mueres por verla y por cómo ella muere por dentro al verte, porque ese momento se convierte suyo y porque sus manos encajan perfectamente, por cómo la cuidas, por cómo la miras, por cómo le hablas, por como velas sus sueños, por cómo son libres estando juntos, pero sobretodo por cómo se siente ella con todas esas cosas, única, feliz, tranquila, querida.

Y te quiere tanto que no puede hacer otra cosa más que no decírtelo, sino demostrártelo, en su forma de ser contigo, al tenerte en tus oraciones, en pensarte e inclusive en buscar siempre la mejor manera de escribirte.